Una Pesadilla Lactescente

Interesting 35 years old and up 2000 to 5000 words Spanish

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Ricardo ultimaba los detalles de su nueva "sala de juegos" en el sótano. Lucía imponente, con cuerdas, esposas y un sinnúmero de artilugios para el placer y, quizá, un poco de dolor. Su novia, Sofía, tenía gustos… peculiares. Él era feliz complaciéndola.
Una llamada telefónica interrumpió su concentración. Era Sofía. –Cariño, tengo malas noticias. El viaje de trabajo se ha extendido. No podré volver hasta dentro de una semana. –Ricardo sintió un vuelco en el estómago. Todo estaba listo, pero Sofía no estaría para probarlo. ¿Qué hacer?
Su madre, Elena, una mujer curvilínea de unos cincuenta y tantos años, con unos pechos enormes que siempre habían llamado la atención, bajó las escaleras del sótano. –Ricardo, hijo, ya está la cena. ¿Cuántas veces tengo que llamarte? Siempre metido aquí abajo. –Elena suspiró, con una mezcla de cariño y exasperación.
La idea le golpeó con la fuerza de un rayo. Era descabellada, grotesca incluso, pero la tentación era demasiado fuerte. Aprovecharía la ocasión. Elena, ajena a los pensamientos de su hijo, se dio la vuelta para subir las escaleras. Ricardo la detuvo con suavidad.
Más tarde, Elena se encontraba lavando los platos en la cocina. Una extraña somnolencia la invadió de repente. Sintió un paño presionado contra su rostro y el inconfundible olor del cloroformo. Luchó por mantenerse consciente, pero la oscuridad la engulló rápidamente.
Ricardo la arrastró hasta el sótano. Con cuidado, la desnudó, admirando su cuerpo maduro y voluptuoso. Ató sus muñecas y tobillos a los postes de la cama improvisada, tensando las cuerdas para dejarla expuesta. Un gag fue colocado en su boca para silenciar cualquier grito.
Ricardo comenzó su macabra sesión. Azotó su trasero con la mano, luego con una paleta de madera. Elena se retorcía en vano, intentando liberarse. El látigo siseó en el aire, dejando marcas rojas en su piel. Aunque procuró no causarle daño severo, las nalgas estaban bastante rojas.
A continuación, sacó de un maletín dos jeringas prellenadas. –Ahora viene lo interesante, mamá. Estas inyecciones son un pequeño experimento que compré por internet. Dicen que inducen la lactancia en minutos. Quiero ver si es cierto. –Ricardo sonrió con malicia.
Con mano firme, insertó una aguja en uno de sus pezones. Elena gimió a través de la mordaza, sintiendo un dolor agudo. Inmediatamente después, una sensación extraña, como una hinchazón interna, recorrió sus pechos enormes. Repitió el proceso en el otro seno. En segundos, unas pequeñas gotas de leche comenzaron a brotar.
–¡Funciona! –exclamó Ricardo, sorprendido. –Ahora, a ordeñar a la vaca. –Conectó una máquina de ordeño a sus pezones. El aparato succionaba con fuerza, extrayendo la leche a borbotones. Elena sentía una mezcla de dolor y extraña excitación. Jamás había imaginado algo así.
Ricardo, embriagado por la situación, se desabrochó el pantalón. La penetró con brusquedad, ignorando su sufrimiento. La obligó a practicarle sexo oral hasta que se corrió en su boca. Luego, la limpió con cuidado, le puso un camisón y la llevó de nuevo a su cama. Ella ni siquiera se dio cuenta de cuando el hijo le había puesto cloroformo nuevamente, solo se sintió cansada y con sueño después de lavar los trastes y platicar con su hijo. Este la dejo descansar sin cenar. Elena se hundió en un sueño profundo.
Cuando Elena despertó, sintió una pesadez en el cuerpo y una ligera confusión. Se incorporó en la cama, intentando recordar qué había sucedido la noche anterior. No recordaba haberse acostado. Tenía un vago recuerdo de haber lavado los platos y hablar con Ricardo en el sotano y ahí es donde recordaba haberse ido a dormir. ¿Había soñado todo aquello? Miró su cuerpo. No veía marcas de los azotes. ¿Fue un sueño? Se palpó los pechos. Se sentían raros, ligeramente hinchados. Los apretó un poco recordando lo de la leche en el sueño donde además fue ordeñada pero no salió nada. Pensó que era sugestión. Vio una pequeña gota transparente en su pezón, pero creyó que era sudor.
Ricardo entró en la habitación con una sonrisa fingida. –Buenos días, mamá. ¿Dormiste bien? Te veías muy cansada anoche, por eso te dejé dormir. Aquí tienes – le ofreció una taza de café.
–Gracias, cariño. –Elena tomó un sorbo. –Mmm, qué rico. ¿Quieres leche en tu café?
Elena asintió. Ricardo añadió un chorrito de leche. Al probarlo, la leche en su café sabía diferente de la leche que normalmente compraban. Tenía un sabor más dulce y cremoso. –Qué rara, esta leche está deliciosa, ¿de dónde la sacaste?
–Gané un concurso –mintió Ricardo con soltura–. Me dieron un montón de leche de premio. Mira, aquí está. –Abrió el refrigerador, mostrando las etiquetas del refrigerador de la cocina tenían escrito: "Leche Premium - Ganador del Concurso" y tenían la imagen de: una vaca sonriente. Había seis galones de leche alineados cuidadosamente.
Elena se sintió más tranquila, convencida de que su extraña experiencia había sido solo un mal sueño. Pero en el sótano, Ricardo abría un pequeño refrigerador. Las botellas del mini refrigerador tenían etiquetas diferentes a las del refrigerador de la cocina, las del mini refrigerador decían: "Leche Materna - Colección Privada" y tenían la imagen de: un bebé lactando. Estaban apiladas las botellas que llenó con la leche de su madre. Contó doce botellas en el mini refrigerador y seis en el de la cocina. El plan original era usar la leche que sacaría de su novia e ir llenandolas paulatinamente pero solo con ordeñar a su madre una vez llenó casi todas.
Encendió la computadora y buscó información sobre los efectos secundarios de las inyecciones. Encontró un artículo que hablaba sobre el aumento de la prolactina y la sobreproducción de leche en algunos casos. Según lo que encontró, desaparece después de horas y por eso cuando su madre despertó solo salieron pequeñas gotas que ella confundió con sudor ya que eran residuos de las inyecciones que casi desaparecen por completo. Aparentemente, su madre había reaccionado de forma exagerada al tratamiento. Pero, a pesar del riesgo, había valido la pena.
Encontró más información interesante de las inyecciones, descubrió que en casos raros el gusto por este tipo de leche podia generar una adicción.
Su madre se pregunta porque soñó eso. Por otra parte, su conciencia estaba relativamente tranquila al haber "supervisado" a su hijo con una comida saludable ya que en caso de haber cenado pizza eso no la dejaría dormir bien. Por esta razón no dudo en lo que su hijo le decía.
Sonó el teléfono. Era Sofía. –Cariño, ya probé tu nueva sala de juegos. –Ricardo se atragantó con su saliva. –¿Cómo? Pero si estás de viaje… –. Me contaste todo por teléfono –rió Sofía–. Me pareció de lo más excitante. Estoy deseando volver y probar la leche de tu madre.
Ricardo sonrió, satisfecho. Todo había salido mejor de lo que esperaba. Aunque la situación con su madre había sido perturbadora, el resultado era innegablemente excitante. Estaba ansioso por compartir la experiencia con Sofía. Esta historia apenas comenzaba.